Marlon Rosales lleva 15 años recorriendo las calles de la ciudad de Estelí pedaleando su triciclo. Con la habilidad que le ha dado la experiencia da vueltas rápidamente a la manigueta de su rallador para convertir el hielo en granizo y preparar un requisito raspado.
"Esta máquina es más higiénica para vender, el hielo se pone en la máquina y hace su trabajo, cuando el tiempo está bueno, los raspados se venden porque son de calidad", cuenta Marlon.
Juega con los colores y los sabores para atraer a sus principales clientes: los niños y las niñas. Por eso, tiene por costumbre visitar algunos centros educativos a la hora del receso y también recorre el mercado municipal.
"Tomo mis productos y me dirijo todos los días a la Escuela Rubén Darío en la mañana para vender cuando hay clases", manifiesta Marlon, quien afirma que sus raspados son especiales debido a la variedad de sabores que ofrece como: leche, nancite, piña, uva, fresa y chicle.
La venta de raspados es un oficio que heredó de su padre. El día lo inicia preparando la miel. "La miel de leche se dilata seis horas a fuego lento, las otras tardan entre tres y cuatro horas", confiesa este vendedor.
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La integridad de Marlon no solo se manifiesta en la salubridad e higiene con las que elabora su producto, sino también en lo familiar, pues con sus ingresos ha conseguido llevar el sustento del día a casa y pagar los estudios de sus hijas.
"Al día puedo llegar a vender entre 500 y 1,000 córdobas, dependiendo del tiempo, cuando el clima está helado no se vende mucho", expresa Marlon, quien asegura que el raspado que más demanda tiene es el de leche, cuyo precio es de 20 córdobas.
Marlon Rosales ahora tiene 39 años de edad y está dispuesto a vivir de este oficio hasta donde Dios y sus clientes se lo permitan.