Entre harina, aceite y miel ha transcurrido la vida de Gladis Rodríguez Salcedo, una mujer dedicada a la elaboración y comercialización de hojuelas, uno de los antojos preferidos de los nicaragüenses. Esta labor la ha convertido en un personaje bastante conocido en la ciudad de Estelí.
"Desde que tengo uso de razón yo soy vendedora, empecé como a la edad de 8 años, mi madre ese fue el legado que me dejó: las ventas", expresa Gladis.
Con el fogón a toda llama y un perol de aceite hirviendo, Gladis deja caer la tortilla de harina en el sartén. En cuestión de minutos, lo que comienza como una simple masa se transforma en un manjar dorado y crujiente que deleita a quienes lo prueban.
Este proceso parece sencillo pero es el resultado de años de práctica y amor por lo que hace, lo cual aprendió de su madre. Desde 1980, Gladis ha optado por la elaboración de hojuelas como su medio de trabajo e ingresos económicos.
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"Nosotros nos levantamos oscuro (de madrugada) a hacer las hojuelas, cuando tenemos todo el material en casa, nos levantamos a las 4 de la mañana, cuando son las 7 ya hemos terminado", explica Gladis sobre cómo inicia su día para salir a vender a las calles después de la 1 de la tarde, cuando los clientes se antojan de un postre.
A diario prepara alrededor de 100 unidades, lo que le permite sostener a su familia. Durante 45 años ha recorrido todas las calles y barrios de la ciudad de Estelí, convirtiéndose no solo en una oferente de este producto, sino en un personaje del Diamante de La Segovia.
Su presencia en las calles de Estelí con una pana de hojuelas también es un vínculo con la cultura y la tradición de los habitantes. "Todos nos conocen en Estelí, cuando nos ven ya saben que llevamos hojuelas, es como nuestra identificación", dice Gladis, con orgullo y agradecimiento.
