“La cosecha de mango y nancite ya está pasando, las familias ya no tendrán cómo acompañar la tortilla con sal”, dijo Carlota Herrera, madre de cuatro menores de edad en Mozonte, Nueva Segovia.
Los niños en edad escolar solventan sus necesidades alimenticias en la escuela con la merienda escolar, pero los demás niños y adultos, en los últimos dos meses apenas sobreviven con la tortilla con sal y los mangos que sean posibles. 46 campesinos de Los Arrayanes perdieron todo y la postrera “no trae buena cara”.
Catalina Zelaya, una mujer de contextura muy delgada, casi en harapos y con hijos muy pequeños, sin ninguna vergüenza mostró su cocina: un fogón sin encender y cacerolas completamente vacías casi al mediodía. Aduce el sufrimiento y malnutrición al mal invierno, pero pidió encarecidamente al Gobierno ayuda urgente en alimentos para la familia.
“Nunca habíamos pasado por una catástrofe así, perdimos todo lo que sembramos en maíz y en frijoles, lo peor es cuando los chiquitos piden comida y no hay… no sabemos qué hacer, con el manguito se entretienen, pero ya la cosecha se termina. Lo único que nos queda es que el Gobierno voltee la mirada hacia acá, no tenemos otra alternativa”, exclamó don Brígido Izaguirre Guzman, uno de los más longevos de la comunidad.
En El Quebracho, comunidad vecina al Yaraje, don Prudencio Ruíz Inestroza y doña Demetria Ruíz Florián, una pareja de ancianos, solos en una casita, apenas intentaban encender el fuego para palmear una libra de sorgo y comer tortillas con sal. No había nada más en esa cocina. Él echó un vistazo a su milpa, que creció entre 50 y 100 centímetros “pero por falta de agua no tienen fuerza para dar fruto”.
