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El verdadero amor no produce violencia

La violencia los separó. Maritza es una esteliana que creyó haberse casado con el amor de su vida, pero los chocolates y flores se convirtieron en golpes hasta que ella decidió buscar ayuda y poner alto a la violencia.


Periodista Famnuel Úbeda
25-Noviembre-2019
Estelí-Nicaragua
Hoy es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, un grave problema de salud pública. Las estimaciones mundiales publicadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que alrededor de una de cada tres (35%) mujeres en el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual en algún momento de su vida. La mayoría de estos casos son violencia infligida por la pareja.

Maritza es una joven esteliana que se enamoró profundamente y creyó en cada una de las palabras de amor y detalles de su novio y juntos estaban convencidos de unir sus vidas para siempre a través del matrimonio.

De blanco y con una sonrisa de oreja llegó Martiza al altar y ahí estaba esperando el hombre que le prometió hacerla feliz y construir una familia hasta que la muerte les separara. Pero a tres años de casados y un mes de embarazo de su segundo hijo, despertaron los celos, golpes y gritos en su príncipe azul.

"Había días que todo pasaba tranquilo pero de repente venían los enojos, los gritos, la falta de respeto, el abuso. La primera vez yo estaba embarazada y llegó alguien, que nunca supe quien fue, y le dijo que el hijo que yo esperaba no era de él, así empezó toda la violencia que viví, él ya no confiaba en mí, me golpeaba, me maltrataba", relata Maritza.

Los golpes y moretones de su rostro los ocultó por un buen rato con maquillaje, pero sus lágrimas y dolor los guardaba entre el silencio y la obligaban a autoexcluirse de sus amistades y familiares.

"Vivíamos en un barrio largo de aquí de Estelí, me había alejado de mi familia, de mis amigas, pero aún así, en internet, en la televisión yo miraba programas sobre la violencia", confiesa Maritza.
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Violencia psicológica, sexual y física

Después siete años de maltrato, Maritza decidió romper el silencio y buscar ayuda psicológica y legal, no solo para desahogar sus penas, sino para encontrar una respuesta de cambio en su vida y la de sus hijos.

"Fue un cambio drástico en mi vida, nunca había estado con una persona violenta, al momento de ver su comportamiento, me acostumbré a su maltrato, dependía solo de él. Pero decidí buscar ayuda psicológica, legal y grupal, así aprendí a salir adelante, me quiero y valoro más, me han enseñado cómo mejorar y actuar", comenta Maritza.

Mientras Maritza aguataba golpes, gritos y chantajes de parte del hombre que le había jurado amor eterno, Nubia, otra mujer esteliana, en vez de esposa se había convertido en la mujer de los placeres sexuales de su compañero de vida, cocinera y mesera de las amistades de trago del hombre que había escogido como esposo.

"Muchas mujeres no se separan por el miedo al qué dirán. A mí, por ejemplo, me decían que mi familia se miraba bonita, sólida, segura, un matrimonio feliz, pero solo uno sabe lo que pasa adentro", señala Nubia.

Alto a la violencia

La violencia psicológica y sexual dentro de una relación de pareja es la más difícil de mostrar y muchas mujeres como Maritza y Nubia deciden permanecer en silencio y lo ven como algo normal, sin embargo, siempre existen grupos de autoayuda para escuchar y atender a las víctimas, asegura la psicóloga María Auxiliadora Hurtado de la Asociación Proyecto Miriam.

"Lo importante es identificar que están viviendo violencia, porque ésta no es solo física, es también sexual, psicológica, económica, patrimonial. Sobre todo hay que identificar si está viviendo violencia y buscar ayuda, incluso, identificar en sus redes familiares, amistades o espirituales, ese espacio para encontrar apoyo", recomienda la María Auxiliadora.

Estas mujeres nunca denunciaron ante la policía, pero si encontraron la oportunidad de salir de ese ciclo de violencia dejando atrás las rosas y chocolates que solo amargaban y dañaban sus vidas. Ellas consideran que hay heridas que nunca sanan.

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