Y aunque esta maestra no tiene la energía de una joven de 20 años, tiene la paciencia, dedicación y el deseo de enseñar a niños y niñas de escasos recursos, tal como lo haría una abuela con los más chiquitos de la casa, pues relata que en cada estudiante ella se ve reflejada, cuando en su niñez únicamente llegaba hasta la puerta de la escuela con un canasto de pan o de tortillas sobre la cabeza y se imaginaba estar en el lugar de la profesora.
“Nunca es tarde para aprender”, dice sonriente y con cierto tono de orgullo la profesora Carmen, quien nació en una familia muy pobre con 20 hermanos, con ayuda de vecinos cursó hasta el segundo grado durante la dictadura Somocista, cuando la escuela solo era para unos pocos, situación que le marcó su vida.
La idea de volver a las aulas de clase siempre estuvo presente, pero por la circunstancias de la vida se le hacía difícil a Carmen poder estudiar, tenía que trabajar duro para darle educación a sus tres hijos y no tenía tiempo, ni oportunidad de lograr su objetivo.
“Me preocupaba ver como algunos niños de mi barrio estaban oliendo pega o cayendo en las garras de la vagancia y fue cuando me propuse hacer algo que además que me gustara, ayudara a mis vecinos”, relató.
Y en el momento que menos esperaba, Carmen escuchó por la radio que un organismo de mujeres apoyaba a madres de familias para que sacaran su primaria, oportunidad que no dejó escapar.
Cuando Carmen terminó la primaria acelerada, sintió la necesidad de retribuir lo que había aprendido y por iniciativa propia prestó la bodega a un organismo para impartir de manera voluntaria las primeras lecciones a la niñez de su sector.
Posteriormente la mujer de casi 50 años, gestionó un terreno en la alcaldía de Estelí y con el Instituto de Promoción Humana (INPRHU) y Save the Children, construyó pequeñas aulas de clase.
Han pasado 15 años desde esos primeros pasos, y ahora con título de maestra, además de la educación preescolar, Carmen Irías tiene a su cargo un grupo de niños en una aula que funciona como CDI para los hijos de obreras del tabaco y de mujeres que se dedican a lavar y a planchar ajeno.
Su persistencia y amor por la educación la han empujado a vencer algunos obstáculos como la falta de material didáctico, lápices de colores o papel. “La profe nos enseña a pintar con estas flores que trajo del patio de la escuela” dice sonriente Marquitos, uno de sus alumnos de preescolar.
Los padres de familias, reconocen que el trabajo que hace la profesora Carmen Irías, no solo ha sido para el bienestar de sus hijos, sino para ellos también. “Ella nos enseña a leer y a escribir y nos dice que si somos analfabetas no podremos ayudarle con las tareas a nuestros hijos ” expresa Morena Tinoco.
“Yo ante ellos me pongo como ejemplo, les digo que jamás es tarde para aprender, así como usted me ve, a mis 50 y tantos años , con canas, arrugas y sin la esbeltez de una muchacha, aún tengo metas que cumplir. Quiero mejorar las condiciones del preescolar donde pienso batallar por la educación hasta que mi cuerpo aguante” expresó la maestra Carmen Irías.
Esta maestra dice que hoy en día es una persona realizada, porque tiene el reconocimiento de su familia y la comunidad. “Hago con amor lo que siempre anhele desde niña, estar enseñando en un aula de clase. Un sueño que jamás hubiera realizado sin estudio”. Así, concluyó su relato la profesora Irías.