Después de pasar 5 meses bajo angustia y haciendo gestiones, la familia del joven nicaragüense Wilder Rafael Martínez, asesinado en el mes de junio durante una masacre ejecutada por el Cártel del Golfo en México, por fin pudieron repatriar el cadáver y darle el último adiós.
La víctima, de tan solo 19 años de edad y originario del municipio de Wiwilí, departamento de Jinotega, salió de su tierra natal con la intención de llegar a los Estados Unidos y encontrar una vida mejor, pero al pasar por Reynosa, fue ultimado junto a 14 personas más.
El grupo con el que viajaba el joven estaba compuesto por otros ciudadanos nicaragüenses: dos de Wiwilí, Jinotega; tres de La Trinidad, Estelí; y tres de procedencia guatemalteca, según relató Hernán Valladares, quien fue el único sobreviviente de la masacre y es tío del joven Wilder Martínez.
Wilder y su tío salieron el pasado 18 de mayo de Nicaragua en busca de cumplir "el sueño americano". En Guatemala los esperaba el coyote que los llevaría a entregarse a la migra de la frontera de Estados Unidos, sin embargo, el pasado 22 de junio a las 10 de la noche llegó una camioneta con hombres armados, Hernán logró escapar sin zapatos por un puente y los otros siete fueron llevados en la camioneta.
Desde su asesinato, el cuerpo de Wilder permaneció en la morgue de un hospital mexicano, ya que a su familia por ser de bajos recursos económicos se les dificultó recaudar los fondos necesarios para los respectivos trámites de su traslado hacia Nicaragua.
“El cuerpo vino a Nicaragua el domingo 14 de noviembre a las 10:45 de la noche. Nosotros lo retiramos a las 11:45 y a eso de la medianoche salimos hacia nuestra comunidad y vinimos aquí a las 4 de la mañana", dijo a La Prensa Josué Martínez, padre de Wilder.
Los restos de quien en vida fuera Wilder Rafael Martínez fueron sepultados la tarde del lunes en el municipio de Santa María de Pantasma, Jinotega. A la familia doliente solo le queda por ahora resignarse ante la pérdida de su ser querido.
"Nosotros estábamos preocupados porque no queríamos que los restos de nuestro hijo quedaran en un lugar tan largo donde uno no se da ni cuenta si realmente le darán sepultura, y todo eso nos causaba estrés, incertidumbre y depresión. Aunque está el dolor en mi corazón y en el de mi esposa, porque han sido cinco meses duros para nosotros, nos sentimos satisfechos porque sabemos dónde está su cuerpo para visitarlo", expresó Josué al diario La Prensa.
